Su ecosistema de valor está conformado por proveedores de soluciones para dotar de inteligencia a estos entornos, y prestadores de servicios urbanos sectorizados e integrales.
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Una estrategia para abordar la gestión sostenible de los recursos, en ciudades con poblaciones en aumento, es el empleo de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs). El desarrollo del internet de las cosas (IoT, Internet of Things) por el que los ciudadanos emplean de forma cotidiana aplicaciones que generan multitud de datos en la red, unido a la proliferación de sensores que monitorizan diversas infraestructuras del entorno urbano y los sistemas de información capaces de procesar cantidades ingentes de datos en tiempo real, han ido dando forma al concepto de smart city. Este modelo de ciudad inteligente se configura sobre la base de distintos ámbitos temáticos (medioambiente, ciudadanía, gobernanza, etc.) en su vertiente “smart”.
Así, en el terreno de la gestión de los residuos urbanos, el enfoque es ir más allá de la optimización en la realización de las tareas de recogida y tratamiento de los residuos, para poner el énfasis en lograr anticiparse y predecir la generación de estos residuos para, por un lado, asegurar un servicio de calidad y, por otro lado, aportar conocimiento de valor para el ciudadano y el gobierno local.
En el ámbito de la energía, la mejora de su eficiencia en torno a los edificios es fundamental, puesto que el stock de estas construcciones es el mayor consumidor de energía. En concreto, en España son responsables del 36% del uso total de la energía, el 65% del consumo de electricidad, el 30% de las emisiones de GEI (gases de efecto invernadero), el 30% de los residuos que van a vertedero, o el 12% del uso del agua potable.
Por lo que respecta al potencial económico global de las ciudades inteligentes, éste se prevé de una enorme magnitud. Según áreas temáticas, se estima que el ámbito de la movilidad es un segmento particularmente cuantioso al superar los 115.000 millones de dólares del gasto global, seguidos del apartado de la energía y la edificación que esperan concentrar un valor de aproximadamente 200.000 millones de dólares cada uno.
En España, Cataluña ha sido la comunidad autónoma pionera en dimensionar su sector de smart city, conformado por aquellas empresas que ofrecen servicios y soluciones inteligentes para la gestión urbana de la ciudad en sus diferentes verticales y que en 2022 generaron un negocio de casi 10.500 millones de euros, alrededor del 4,3% del total del PIB catalán.
En el caso de la Comunitat Valenciana la mejor representación del sector de la ciudad inteligente viene de la mano del Think Tank Smart Cities (TTSC), grupo de trabajo orientado al negocio en el ámbito de las smart cities que aporta soluciones integrales mediante la colaboración público-privada y que se centra en múltiples áreas de interés como: innovación social; energía; medio ambiente, infraestructuras y habitabilidad; movilidad urbana; o gobierno, economía y negocios. Esta red cuenta con más de 200 miembros –parte de ellos municipios que, así, están logrando impactar y mejorar la calidad de vida de 4 de cada 10 valencianos–, además de haber conseguido movilizar 165 millones de euros de inversión en proyectos de smart city en localidades de la región.
Por su parte, como ejemplo paradigmático de smart city dentro de la Comunitat cabe destacar a la ciudad de Valencia que, iniciando en 2014 el proceso para convertirse en una ciudad inteligente y reconocida como tal por la ONU en 2020, fue una de las primeras ciudades europeas en contar con una plataforma de ciudad basada en estándares abiertos e interoperables.
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