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Nos relacionamos con el mundo gracias a nuestros sentidos (vista, oído, olfato, tacto y gusto), que están conectados a nuestro sistema nervioso. Poniendo la atención sobre este órgano, la neurotecnología es la rama que abarca –en sentido amplio– aquellas soluciones que emplean interfaces neuronales para extraer información del sistema nervioso y/o transmitirla hacia el mismo, y cuyos desarrollos pueden agruparse en recursos de neuromodulación (que inciden sobre las estructuras nerviosas para modular la actividad neurológica), neuroprotésis (tecnología implantable para sustituir o restaurar la pérdida de funciones sensoriales, motoras o cognitivas) y sistemas cerebro-máquina (que utilizan la actividad cerebral para controlar dispositivos externos u otros órganos corporales). Dentro de esta última categoría, Neuralink (empresa fundada por Elon Musk) ha desarrollado un implante neural con múltiples hilos de tamaño micrométrico que contienen electrodos para ir colocados en áreas del cerebro que controlan el movimiento; así, su producto N1 Implant posibilita que personas con parálisis cerebral puedan utilizar ordenadores y dispositivos móviles de forma rápida y sencilla a través de su propia actividad neuronal.
Las interfaces neuronales son dispositivos electrónicos (colocados en una zona interna o externa del cerebro, o bien en otras ubicaciones ligadas al sistema nervioso) que se dedican a registrar o estimular la actividad fisiológica y que, incluso, pueden ser utilizados para fines no médicos.
Aunque estas soluciones puedan sonar a ciencia ficción, ya conviven con nosotros desde hace tiempo como, por ejemplo, los implantes cocleares, que son las interfaces neuronales de tipo interno más extendidas globalmente: se estima que hay alrededor de 750.000 personas por todo el mundo que cuentan con esta tecnología de apoyo y, en el caso particular de Estados Unidos, aproximadamente un tercio de los usuarios de implantes cocleares son niños.
Aparte de sus aplicaciones puramente sanitarias, las interfaces neuronales presentan un gran potencial de uso en otros terrenos como el sector de los videojuegos, una creciente industria que a nivel europeo ha acumulado unas ventas superiores al millón de videoconsolas, alrededor de 8,5 millones de unidades de videojuegos y ha facturado en torno a los 1.000 millones de euros solo en su vertiente online. En este ámbito las interfaces neuronales permiten a los usuarios participar en los juegos a través de su actividad cerebral, es decir, con sus pensamientos. Aunque estos avances todavía se encuentran en una fase muy temprana de desarrollo y maduración ya se han realizado pruebas en las que, por ejemplo, un software es capaz de recoger y analizar las señales cerebrales del jugador para hacer que los personajes vayan moviéndose en el contexto del videojuego.
Entre las posibles futuras aplicaciones de las interfaces neuronales cabría destacar [1] la estimulación eléctrica de extremidades paralizadas al detectar la intención del paciente de moverlas (algunos experimentos ya han permitido a personas con paraplejia poder andar); [2] la comunicación directa de cerebro a cerebro para transmitir experiencias sensoriales (por ejemplo, cuando una persona quisiera compartir con otra lo que está sintiendo estando de vacaciones); [3] la monitorización de la fatiga a través del seguimiento de la actividad cerebral para velar por la seguridad en entornos de conducción o puestos de trabajo; o [4] el incremento de las capacidades de memoria, concentración o aprendizaje de las personas (si bien, todavía hay dudas sobre si la mejora en el rendimiento de una de estas funciones podría perjudicar entonces el desempeño de otras de ellas).
Sin embargo, no todo lo que rodea a los avances en interfaces neuronales (y neurotecnología en general) es positivo o son buenas noticias. Entre los aspectos que ensombrecen los progresos en esta disciplina destacan algunas cuestiones éticas, especialmente las relacionadas con la privacidad personal, puesto que no resulta descabellada la idea de que en algún momento y gracias a esta tecnología las empresas, gobiernos u otros agentes pudieran tener la posibilidad de acceder, leer e, incluso, llegar a controlar los pensamientos, emociones o estados de ánimo de las personas. Otros dilemas de tipo moral que también surgen en el contexto de estas soluciones tienen que ver con la igualdad (quién puede tener acceso a ellas y posiciones dominantes al respecto que pueden generar desigualdad), autonomía (la individualidad de la persona queda en duda si la toma de decisiones se apoya en este tipo de soluciones) o la normalidad (puede haber distintas visiones o perspectivas respecto a qué se considera como normal al actuar sobre la mejora de las capacidades).
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